Irregularidades en la FAP: Una sátira profunda sobre la corrupción
En un rincón poco iluminado de la FAP, donde las estrellas no brillan y los ideales parecen haber tomado un vuelo hacia destinos lejanos, nos encontramos con una historia que apenas puede ser contada sin una pizca de ironía. El Coronel Médico Bustamante, un hombre que ha llevado la medicina a un nuevo nivel de “creatividad”, se ha convertido en el epítome de la irregularidad.
La nariz de las hijas de los generales
En un acto que podría considerarse una farsa digna de un teatro de lo absurdo, el Coronel se ha visto inmerso en un escándalo que trasciende lo meramente ético. ¿Qué mejor manera de ascender que operando las narices de las hijas del Comandante General? Con el dinero de los aportantes del IAFAS, este “médico” ha transformado quirófanos en salones de belleza, mientras el resto de los médicos se preguntan si alguna vez hubo un juramento hipocrático en su vida.
Ascensos a la vista
Pero, ¿quién necesita meritocracia cuando tienes conexiones? Mientras el Coronel se prepara para su próximo ascenso, los ecos de su sobrepeso severo resuenan en los pasillos del hospital FAP. Aparentemente, en la FAP, el peso se mide por la influencia, no por la salud. Y aunque su figura podría ser un buen tema para un desfile de obesidad, su capacidad para operar —aunque sea al margen de la ética— parece ser la única medida de su valía.
La competencia y la venganza
No hay que olvidar al doctor Santivañez, quien se convirtió en la víctima de esta saga de rivalidades. Su carrera se desmoronó bajo el peso de la competencia desleal de Bustamante, quien no solo operaba por debajo de la mesa, sino que también se aseguraba de que su rival no tuviera oportunidad de brillar. Un verdadero maestro del sabotaje, aunque quizás su talento más destacado sea la habilidad para evadir la justicia.
Consultorios y colas
Mientras tanto, en la Clínica Internacional, Bustamante continúa su práctica en horarios laborales, ignorando las largas colas en la otorrinolaringología que podrían beneficiarse de su atención. Pero, claro, si un general se presenta, el Coronel se convierte en un rayo, corriendo hacia el llamado, como si su vida dependiera de ello. La ética médica, al parecer, es un lujo que pocos pueden permitirse.